El batallón peruano del cardenal
Silenciosamente el movimiento peruano católico Sodalitium Christianae Vitae está penetrando en las tierras del Opus Dei, los Legionarios o los jesuitas: jóvenes de clase media y alta se suman a ejecutivos chilenos que enganchan con el mensaje del compromiso laico. Un grupo que no escapa de la polémica: en Lima los acusaron de "lavar cerebros". Aquí cuentan con la entusiasta venia del cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Por: Patricio Corvalán
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Para meterse en la tarea de encarrilar a las almas perdidas, los sodalicios prefieren jugar de chico a grande. Saben que es difícil lanzarse a la búsqueda de adeptos de otras comunidades religiosas -como el Opus Dei, los Legionarios y los jesuitas- que les ganan en arrastre, recursos y años trabajados. Por eso lo suyo ha sido más bien silencioso.
Cuando llegaron a Chile, hace seis años y provenientes de Perú, nadie los conocía. La casualidad quiso que cuando este movimiento -que un grupo de intelectuales laicos y conservadores de la clase alta peruana había formado a comienzos de los '70 como defensa de la Doctrina Social de la Iglesia- estaba tramitando la aprobación pontificia ante el Vaticano, el encargado de revisar los papeles en ese momento en Roma era el ahora cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Quedó fascinado. Era julio de 1997 y los Sodalitium Christianae Vitae -que traducido del latín sería la Comunidad de Vida Cristiana- postulaban ante el Papa que uno de los objetivos era evangelizar para construir una "civilización del amor", a través de diversas acciones espirituales y de trabajo social. Más allá de las promesas, lo que entusiasmó a Errázuriz fue que los sodalicios les confiaban el papel protagónico a los jóvenes y que, por tratarse de un movimiento de origen laico, podía llegar a ser masivamente más atractivo. Su apuesta ya estaba decidida: había que traerlos a Chile.
Dios lo escuchó en enero de 1999. Errázuriz había llamado a Lima para pedirle al fundador del movimiento, el laico peruano Luis Fernando Figari, que lo ayudara a reimpulsar las pastorales chilenas. Y Figari le respondió enviándole una delegación de cuatro laicos (dos peruanos, un brasileño y un colombiano) para cumplir con sus deseos.
"¿Le parece bien mañana?"
Los sodalicios eran hasta entonces mayoritariamente desconocidos para las comunidades religiosas chilenas. Lo que se sabía era que en Perú sumaban más de diez mil adherentes y que se habían ramificado hacia Colombia y Brasil. Y que eran laicos, porfiados, obedientes y trabajadores. Habían surgido como respuesta a la Teología de la Liberación. En Perú, algunos los tildaban de derechistas y ultraconservadores. "Más ortodoxos que el Opus Dei", decían otros.
La noche en que llegaron desde Lima, el cardenal los alojó en una casa abandonada en Ñuñoa que pertenecía a un noviciado. Después de instalarlos, les contó cuáles iban a ser sus tareas: deberían incorporarse a la pastoral del Colegio Apoquindo -que en ese tiempo se había debilitado por la paulatina partida de los Legionarios de Cristo- y, paralelamente, levantarían una capilla cercana a la avenida Portales, un sobrepoblado sector de Maipú donde la parroquia local no daba abasto para atender a una comunidad de 40 mil personas. Alessandro Moroni ya las oficiaba de superior de la delegación. Apenas Errázuriz terminó de hablar, les preguntó si les parecía empezar en una semana o dos. Moroni miró el reloj y le contestó como sodalicio: "¿Le parece bien mañana?".
La urgencia rindió sus frutos: han logrado penetrar en segmentos juveniles de clase alta y media, convirtiéndose en una alternativa a Legionarios y Opus. El boca a boca es su principal arma de marketing. Pero no sólo han logrado reclutar adolescentes: algunos ejecutivos -como Alejandro Danús, gerente general de Sal Lobos; o Cristián Canevaro, gerente comercial de Viña Concha y Toro- y políticos -como Marta Ehlers, alcaldesa de Lo Barnechea- ya integran sus filas. "Que haya gente de nombre en el grupo nos otorga una cuota de excelencia -dice el vocero de los sodalicios, Andrés Tapia-, porque si ellos están con nosotros es sinónimo de que somos serios".
Ángeles o demonios
No hay medias tintas. En Perú, donde son muy conocidos, se hablan maravillas o calamidades. Si para algunos los sodalicios son una comunidad comprometida y expandida a 19 países, con 14 mil adherentes, 400 consagrados, 20 sacerdotes y un obispo (el auxiliar de Lima, José Antonio Eguren), para otros son una funcional y perfecta lavadora de cerebros jóvenes y confundidos. Es en rigor la figura de Luis Fernando Figari la que despierta las pasiones. Era un alumno aventajado en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima cuando en 1971 decidió que el círculo de amigos con los que discutía sobre fe debía ser una comunidad.
Desde ese mismo instante, las aguas se han dividido. Para los seguidores, Figari -hoy con 58 años- ha logrado consolidar el mayor movimiento laical cristiano de los últimos tiempos, lo que le ha valido el reconocimiento del Vaticano, al punto de haber sido invitado por Benedicto XVI para participar en el reciente Sínodo de Obispos. Sus detractores, en cambio, lo han ligado a un grupo violentista llamado Escalones Juveniles Nacionalistas e incluso hablan de acusaciones judiciales que algunas familias peruanas habrían hecho en su contra por haber incitado el abandono de hogar, lo que Moroni -mostrando documentos notariales- se empeña en calificar como mitos sin fundamentos.
Retiros con asados
Curiosamente, esa polémica no atravesó la frontera. La primera imagen de los sodalicios que tienen en Maipú es la de cuatro laicos vestidos de azul y gris, con zapatos lustrados resistiendo las calles de tierra. Llegaban en la mañana, se presentaban en cada casa y terminaban la charla pidiendo los 75 pesos que costaba comprar cada ladrillo para la capilla.
Al otro lado de la ciudad, el rector del Colegio Apoquindo, José Ignacio Concha, recuerda que esos mismos cuatro laicos llegaron también de mañana y que a los pocos días organizaron el primer Convivio, "un retiro que llamó la atención porque mezclaban charlas espirituales con asados y partidos de fútbol mixtos".
Lentamente, la pólvora ya se había encendido. Moroni y compañía terminaron la capilla Madre de los Apóstoles con la ayuda de la comunidad de Maipú, la primera etapa de un proyecto que esperan acabar a fin de año con la obra gruesa del centro apostólico, como llaman a la casa que los alojará definitivamente.
Moroni habla de esto como el siguiente paso para la consolidación. Además de hacerles clases a adultos para que terminen la enseñanza media, y de haber lanzado programas dirigidos a los pobres y a los cesantes, en el 2003 quisieron medir fuerzas. Fue entonces cuando organizaron el Primer Encuentro de la Familia Sodálite -así también se les conoce- como una forma de dimensionar el número de miembros más activos. Esperaban cien personas, como mucho. Llegaron 500.
Para José Ignacio Concha, la clave ha estado en la cercanía con los adolescentes. "Es un movimiento muy conservador, pero que habla de los temas que les interesan a los jóvenes. Es una mirada moderna que interpreta a los católicos de este tiempo". Las cifras le dan la razón. Hay al menos una veintena de estudiantes ligados al Apoquindo -donde incluso el capellán del colegio es el sodalicio peruano Rafael Otero- y al Craighouse que están en una etapa llamada de "discernimiento", en la que podrían optar a convertirse en laicos consagrados o incluso en sacerdotes.
Esto tiene impresionado a Errázuriz. "Existe una resurrección de las vocaciones sacerdotales entre la juventud y en eso es evidente que los sodalicios tienen mucho que ver. Si antes era un carisma casi exclusivo de los jesuitas o del Opus Dei, ahora este grupo silencioso los motiva y más encima les da la opción de ser laicos consagrados", dice un colaborador cercano al cardenal.
Las comparaciones con el Opus Dei son inevitables: conservadores, de derecha, nacidos en la elite. Sin embargo, el peruano Erwin Scheuch, párroco en el lujoso distrito limeño de Monterrico y también vocero de la agrupación, se encarga de marcar las diferencias: "Nosotros somos un movimiento laico, nuestros superiores son laicos y ciertamente no contamos con recursos elevados. No somos una competencia para nadie, porque tenemos nuestro propio carisma. Lo que nos interesa es evangelizar y tener vida comunitaria. Si me preguntan, te diría que somos unos misioneros".
Entonces, ahora las comparaciones apuntan a los jesuitas. "Con los retiros, las misiones, los trabajos en Maipú, los sodalicios están reencantando a los jóvenes -dice José Ignacio Concha-, porque sienten que la religión es más cercana. Y en eso se podría hablar de que a los jesuitas les llegaron refuerzos".
La casa de San Bartolo
En el malecón de San Bartolo, en Lima, donde todos ven la playa, los sodalicios ven la luz. Figari decidió que en esa zona se instalara la casa de formación para quienes hayan decidido consagrarse. El movimiento tiene una compleja estructura que, dicen, garantiza que cuando una vocación está latente se encauce por el buen camino.
Y hay que seguir al pie de la letra las reglas. Cuando algún simpatizante siente su vocación le debe mandar una carta a Figari en la que se le dan las razones por las que se quiere aspirar a integrar el movimiento. "Al aceptársele, la idea es que la persona renuncie a las tentaciones y tenga una vida más acorde", dice Erwin Scheuch. De hecho, esas reglas les imponen a los consagrados el celibato, la obediencia y la comunión de bienes. O sea, los bienes de cada uno son de todos y es un economista designado por Figari quien distribuye las ganancias individuales, las donaciones y el financiamiento del grupo.
Los preceptos sodalicios indican, además, que el aspirante debe estar entre uno y tres años en la etapa de discernimiento. Ahí definirá si se consagra o bien echa marcha atrás.
Al que da el paso hacia delante lo espera la férrea disciplina de San Bartolo. Es un asunto que a menudo se toma literal. Pedro Salinas, un escritor y periodista peruano que perteneció al grupo hasta 1984, publicó una novela titulada "Mateo Diez", en alusión al evangelio que habla de los sacrificios que se deben hacer para seguir a Jesús. En el libro, el protagonista recrea la supuestamente dura filosofía sodalicia, y hace alusión a una vieja frase de la guerra civil española en que a los sacerdotes se les consideraba "mitad monje, mitad soldado", tan acuñada por los detractores del movimiento.
Sodalicios como Scheuch niegan que la formación de los jóvenes sea marcial. Lo que sí confirma es que es intensa. Por ejemplo, después de dormir seis horas, se levantan temprano para correr al borde de la playa y luego nadar 600 metros en el mar. "El deporte es para conseguir la armonía corporal, el temple que se necesita para servir", afirma Daniel Prieto, un estudiante chileno que está a punto de abandonar Derecho para internarse tres años en San Bartolo, lo necesario para convertirse en sacerdote.
Será el segundo chileno en consagrarse con hábitos. El primero es Sebastián Correa, el hijo mayor de la alcaldesa de Lo Barnechea, Marta Ehlers, y quien está en el último año de formación en Lima. Además, una de las hijas de la edil, María José, se transformó en la primera Sierva del Plan de Dios, uno de los movimientos sodalicios para mujeres. Y Fernanda, una de las menores, participa como monitora de un grupo que simpatizan con estas vocaciones.
En todos estos casos, los retiros llamados "Convivios" han jugado un papel vital para que los padres sepan en qué pasos andan sus hijos. "Te plantean conocerte a través de conocer a Dios -dice Luis Germán Edwards, alumno de Ingeniería Comercial en la Universidad de los Andes- y de esa forma te vas respondiendo muchas de las dudas que tienes en esta etapa".
Los críticos apuntan a la sagacidad del grupo. "Hacen como que te escuchan, pero al final terminas metiéndote en una vorágine de compromisos muy intensa, donde si fallas o te arrepientes eres un completo fracasado", dice un renunciado simpatizante. Moroni se ríe. "¿Qué vamos a hacer si alguien quiere irse? ¿Ponerle una pistola en el pecho?".
El próximo gran proyecto de los sodalicios es comprar un colegio o un instituto técnico, probablemente en Lo Barnechea. No les asusta la competencia con el resto de las congregaciones. Para ellos, el rebaño es grande y alcanza para todos.
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Note: this, like many other pieces, was written by an academic. He is also a journalist.
Of course, this work and the red flags it subtly raises about the Sodalits are not in english and therefore can't really be fully appreciated by all in North America.